Un alegato al positivismo y la esperanza.
EL
DESPERTAR DE UN LARGO SUEÑO
Hace
casi un año que ando perdido, mi existir se desdibujó aquel día y desde entonces una borrachera, ligera a
veces, otras densa y húmeda adormecen
mis sentidos y no me permiten ver con transparencia aquello que me rodea.
Entre
tinieblas, me muevo y con los días he
aprendido a defenderme, a caminar, a
enfrentarme a la existencia y salir ileso de esta agresión, deambular
entre esta oscuridad a tientas, y cuando
por ventura un rayo de sol ilumina el
sendero, es tan fuerte e intenso, que su propio brillo distorsiona la realidad
y me sume de nuevo en un mundo irreal.
Después
fue el deterioro de otros sentidos, mis sentimientos se hicieron duros,
metálicos como férrea coraza, y al final mi corazón quedo vacío de otras funciones
a excepción de bombear sangre por el
resto de mi cuerpo.
Tiempo
después, estos latidos también fueron
disminuyendo, llegando casi a ser
imperceptibles.
El
sueño, el cansancio, la pereza, el aburrimiento, el sinsentido que me rodeaba, me iban hundiendo en un profundo letargo, en un sueño impenitente y tenaz.
Una
larga hibernación paralizó mi cuerpo, y después la noche, solo la noche, la
oscuridad, el largo y profundo sueño, los párpados pesados como el plomo, los
pies estáticos y muertos, la respiración cansina y entrecortada, que durante
meses me invadió y pudo conmigo.
Y
por fin llego la mañana, esa mañana fría, desoladora y fría, pero que a la vez traía los primeros halos de vida,
con una luz pálida, pero persistente, mis ojos se resistieron a los primeros
destellos, parpadearon y volvieron a cerrarse como pesadas persianas metálicas.
Pero ese embrión luminoso quedó gravado en mi
retina y tras instantes de incertidumbre, y no sin grandes esfuerzos, arrojos
físicos, bríos mentales fueron cediendo a ese primer impulso y lentamente
fueron abriéndose.
Esa
luz cegadora, difusa, opaca, se fue volviendo cálida, a veces y por cortos
intervalos traslucida.
La
oscuridad abandonó mi mente, el corazón palpitó con energía nuevamente, en mis
extremidades el riego sanguíneo activo mis sentidos y tras instantes de
adaptación, de nuevo fui capaz de sentir.
Los
sentimientos nuevamente eran confusos, contradictorios, mi mente aun veía entre tinieblas, pero mi piel volvía a ser cálida y la ligereza era
recuperada por mis piernas, el sol alternaba las nubes y una corriente
eléctrica activó mi cerebro.
Mis
ojos se abrieron bruscamente, de golpe la ventana de mi habitación se abrió de par en par, una brisa
de fresco aire acarició mi cara y todo
mi cuerpo se sintió rejuvenecer.
En
las ramas de los árboles cercanos, se veían tallos incipientes y en la plaza de enfrente, próximos a la fuente, las flores más tempranas llenaban
de color el espacio.
El
gorgoreo de algunos pájaros rejuvenecieron mi alma y el fluir monótono de los
chorros de agua de la fuente sensibilizaron mi piel, sintiéndome vivo por
primera vez después de muchos meses.
Mi
primavera vital estaba presente, unos nubarrones oscurecieron nuevamente el idílico paisaje,
pero en mi mente gravada a fuego perduro el germen de la renovación.
Mis
entumecidas articulaciones chirriaron, como pesada armadura, pero después de
varios intentos, conseguí levantarme y
alejarme de este pesado letargo.
Los
nubarrones en el horizonte me dejaban claro que no todo sería fácil, pero tras la larga oscuridad, tras la
desesperación, el congojo, la negatividad; la esperanza, la ilusión, el
porvenir se abrían camino, con decisión y alegría.
La
lluvia alternando con el sol, la quietud
con el viento; fueron poniendo mi cuerpo
a punto, los rayos de sol alimentaron mi alma y continuas corrientes eléctricas, devolvieron a mi
corazón su ritmo normal.
La
luz volvió a mis ojos, mi piel se torno cálida y brillante, en mi cara el
adusto y ofuscado gesto, dejo paso a la
sonrisa y la alegría y el tiovivo
de mi existencia volvió a girar, al
ritmo de ese carrusel alegre y festivo.
Las
nubes se fueron apartando, el sol primero tímidamente, se fue abriendo en el
horizonte al tiempo que iba decorando de
color las calles y plazas, la gente como
por efecto de experimentado
prestidigitador fue cambiando sus grises indumentarias, por alegres y vistosos ropajes, y la carcajada y los alegres cánticos de los niños jugando en
la plaza, fueron nuevamente la banda sonora de la existencia, renacida.
Mi
alma se elevaba, como si de la profundidad de un largo y oscuro pozo se
estuviera liberando, y tras un rápido vistazo al pasado, sacudí mi cabeza,
deseché todo atisbo de tristeza y pesimismo, y aferrándome a la esperanza, a
las nuevas posibilidades, a la VIDA, di pasos firmes, de modo inseguro pero con
decisión, vi alejarse la oscuridad, caminé a veces entre tinieblas, otras
entre luminosa y atractiva claridad,
pero al final con fortaleza, graduamos
nuestra propia luz, iluminamos nuestro camino, y con esfuerzo, el camino
se fue haciendo firme y protector; a cada paso, un nuevo color aparecía en mi
existencia y a lo lejos tras pasar el puente de la desdicha una suave y
pertinaz música empezó a acompañarme.
Atrás deje campos yermos, pero al cruzar un nuevo puente un horizonte tapizado de rojas amapolas inyectó de fuerza y pasión a mis
venas, alterando nuevamente mi ritmo cardiaco.
Volví
la mirada atrás, nuevamente la inseguridad me invadió, por instantes mi sangre
se congeló en las venas , el pánico
casi nuevamente llego a paralizarme, pero al levantar la
mirada dos alegres golondrinas cantaron a mi alrededor, para emprender un par de metros por delante de mí la dirección del sendero que debía de encaminar.
Entonces
lo comprendí, entonces, por fin las
nubes desaparecieron del horizonte y la fuerza natural de la vida, la misma
naturaleza, como si de un automatismo
mágico se tratara, me dirigió,
resurgiendo definitivamente de mi
prolongado letargo.
Anduve
con decisión, salté vallas, baldeé ríos y subí escarpadas montañas, pero el pensamiento era claro, no importaba el
esfuerzo, las oportunidades estaban en algún sitio, y antes o después se cruzarían conmigo y por fin estaría EN EL
SITIO ADECUADO, EN EL MOMENTO OPORTUNO.